Omar Roldán
orolbioc@hotmail.com
Nace en Tulancingo Hidalgo en el año de 1960. Cuentista. Poemarios publicados: "Sueño de miércoles y mayo" (2002).


DE CADA MIRADA NACES
y eres ojo y oráculo,
aventura que viene
¿o vuelve a mí?

Si cada noche cambias
y eres luz y entrañas,
entonces eres mar,
mirada y todo.
(2005)

Notas para un ensayo sobre la NOCHE, novela del escritor Agustín Ramos.

 

La Noche, novela más reciente del maestro Agustín Ramos, escritor tulancinguense, es esencialmente, desde mi punto de vista, metáfora cuyo reverbero arroja un cúmulo de abandono; sucesos que se dan dentro de un pueblo en constante decadencia, a través de los cuales se manifiestan no sólo los conflictos psicológicos internos e individuales de cada uno de los personajes que van apareciendo, sino también otros aspectos, como la doble moral social y la manipulación que el anárquico poder político y de gobierno, en todas sus acepciones, ejerce sobre una colectividad infame, estulta o insignificante casi en todo sentido, mismos que se van revelando conforme avanza lo escrito en la trama de esta tragicomedia donde se plasma una atmósfera de olvido y de desolación.

Ruinas en que ahí, en la novela -¿ y solamente ahí?, surge espontánea la pregunta-, se han convertido socialmente los hidalguenses.

Espejo en el que debemos contemplarnos una y otra vez para reflexionar acerca de lo que hemos sido, de lo que somos como habitantes de un pueblo que debiera reivindicar su idiosincrasia basándose en el esfuerzo por lograr un mejor desarrollo intelectual a través de ejercitar frecuentemente la autocrítica para sus defectos y el uso constante de sus virtudes y sus derechos como entes sociales.

La novela La Noche es también, sí, un acervo literario en el cual el maestro Agustín Ramos da una cátedra acerca de cómo se debe manejar la palabra y sus posibilidades.

Narrativa de engañosa sencillez y de gran hondura, ya salpicada de caló regional o capitalino, ya  ponderada con excelsos tropos, desde los cuales el autor va tejiendo una red donde confluyen el cuento, el relato y el periodismo por medio de la crónica.

Pero La novela tiene, además, varias vertientes por las que el lector puede deslizarse al encuentro de si mismo por medio de la identificación con los personajes sin nombre  -afán del escritor, creo, por dejar abierta la posibilidad de allegarse a una mayor reflexión sobre el entorno que nos ha tocado vivir-, ya que, al no existir apelativos específicos, caben todos los nombres. Desde el anonimato cabemos todos.

Aquí, en La Noche, convergen indivisibles el Pueblo, el Estado, la Religión y el Arte y en estos conceptos la frustración, la falsedad y la corrupción, y en medio de todo ello el ente social que transita y tranza una vida vacía.

La novela inicia y termina, ciclo inacabable, en una todavía embriaguez causada por el paternalismo irresponsable, los compromisos políticos creados, la usurpación de personalidades, los pagos de favores, en fin, la corrupción  con que una sociedad como la nuestra se conduce, mísera resaca de una alucinación a la que no se le mira de frente pero que se le atiende de soslayo con la esperanza de que signifique o bien la muerte en su menor sentido ontológico como acto de penitencia o bien la locura inefable como elemento de salvación a nuestros actos.

Los personajes ficticios de la novela se convierten ante nuestros ojos, ya en la lectura, en una sórdida realidad que nos atañe, ¿cuántos de nosotros somos los poeta, empleado, conocido, familiar, político, servidor público, funcionario, artista o simple peatón que allí se develan, todos seres oscuros que deambulamos, encubiertos con caretas que no nos corresponden y pasos corruptos, por esta entidad hidalguense?

La otra borrachera que aparece constante en la narración, la etílica, permite a los personajes no deshacerse del todo de los compromisos que pudieran ligarlos a un esfuerzo mayor que el de salvar el día, irla pasando, vivir en lo posible de los demás, de los tontos que pretenden cambiar ese estado chabacano de las cosas en el que están envueltos, no, pero sí darle una variante más acomodaticia, menos laboriosa, ¿coincidencia con nuestra realidad inmediata?.

La vida es corta y lo único que interesa es el dinero y el poder. Dinero para lograr trascender socialmente y obtener una vejez, si se llega, sin infortunios. Poder para fregar a los demás y no tener que pagar en ninguna forma por ello.

Sí, el texto y el contexto de la novela es de denuncia social con cargo a todos los que habitamos este estado de Hidalgo, es decir, el autor nos lanza al intelecto una serie de acusaciones, dardos cargados de humor negro, pero humor siempre lleno de nostalgia y enmarcado, mejor decir fondeado por canciones populares que van reforzando el caminar de la memoria de quienes, desde los años 50’s, han presenciado y asistido, directa o indirectamente, a los acontecimientos sociales que se han ido desencadenando en esta entidad donde nunca pasa nada salvo las mediocres alegorías futboleras.

En suma, La noche es una novela que nos hace atisbar, desde lo literario, la podredumbre humana que somos: entes vacíos, sin pena ni gloria, que en nuestro andar cargamos un caudal de frustraciones asignadas por un sistema político-social que empuña, como arma y fundamento, los usos y costumbres caciquiles, en todos los  ámbitos, aprehendidos desde no sé qué tiempo, pero que nos estigman desde antes de nacer.

Entes falsos y falsarios que, lejos de buscar, de tratar al menos de hacerlo, una forma de quitarnos los grilletes políticos y paternalistas que tanto daño nos han hecho, seguimos perpetrando irresponsablemente el ciclo ya marcado,  sufriendo la oquedad, el abandono, el desamparo y el oprobio causados por nosotros mismos.

Omar Roldán

 

Tulancingo, Hidalgo, 2007.

 

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