Jorge Berganza de la Torre. El niño, el hombre, el oftalmólogo, siempre de Tulancingo.
Julieta Berganza

Tulancingo Hidalgo, marzo de 2009.- México vive todavía con los cimientos a medias, la Revolución no acaba de terminar, los grupos, las ideas, la sociedad misma, se mezclan en un escenario todavía no muy bien montado. La religión, la persecución, los conventos y las Iglesias cerrados.

En los Estados Unidos, la post guerra ha dejado un amor renovado por la vida. Explota y estalla la burbuja de los felices años veinte’s. Las faldas cortas, el pelo corto, los nuevos bailes.

Y Tulancingo, tan cerca de la ciudad de México, es ajeno por la falta de comunicaciones, a la felicidad norteamericana. Pero no es ajeno a lo que ha pasado en el país.  Hemos sufrido y padecido en carne propia los estragos y enfrentamientos de la revolución. Los primeros años del siglo XX, con escaramuzas,  incluso dentro de nuestra Catedral. Sus habitantes ya han visto  con asombro, de la noche a  la mañana, la transformación de la pequeña calle que pasaba frente a ella, en una nueva y mucho mas ancha calle empedrada, construida a todo vapor por los hombre que comanda el Coronel Francisco López Soto.

Revolucionarios o grupos desorganizados han entrado y saqueado lo que han podido. La tía María del Carmen Desentís, (la Tía Quica)  esposa de Don Estuardo Soto y nuera de Manuel F. Soto, ha asistido al baile del Centenario, en la ciudad de México, organizado, claro, por el Gobierno de Porfirio Díaz, no mucho tiempo antes. Ahora,  ha visto a un revolucionario, pasearse por la calle, con su capa de lujo, la misma que llevó al baile y que formó parte de su ajuar de novia. Su casa no escapó al saqueo y la capa francesa, va hoy sobre los hombros de un revolucionario mexicano.

En medio de todo ello, se yerguen todavía nuestras fábricas textiles. Santa Isabel, fundada más de cincuenta años antes por un vasco inmigrado y transplantado desde el Valle del Bastán, en Navarra, Don Tomás Urrutia Oteíza y Santiago, creada por su medio hermano, Martín Urrutia Escurra, quien llegó a Tulancingo años después.

A trabajar a esta fábrica de Santiago, llegó  al finalizar la primera década del siglo XX, otro vasco, su nombre: Ambrosio Berganza Zuazúa. Y es, en ese Tulancingo, donde se encuentran el inmigrante y la Niña. Él que buscaba la América y la señorita de familia arraigada de Tulancingo, emparentada por el lado materno con Gabriel Mancera, y cuyos  antepasados paternos, los de la Torre, descansan en la Catedral de Tulancingo.

Ambrosio y Guadalupe, se casan en la ciudad de México y regresan a Tulancingo, para formar una familia, para estar juntos durante más de cincuenta años. El segundo de sus hijos, Jorge, es, él que en un futuro, se convertirá en mi padre, el padre del que me siento profundamente orgullosa., al que quiero y admiro y respeto.

Tal vez, mis palabras pierdan peso en mi boca, ya que al fin y al cabo habló de mi padre, pero cualquiera podría corregirme, si en ellas no se encuentra la verdad.

Sus primeros años, sus amigos, su escuela, todo en Tulancingo. Es un niño y ya se le ven los rasgos de un carácter, la tenacidad, la buena memoria y pronto, regirá su vida el deseo de ser alguien. Los estudios tendrán que continuar en la ciudad de México, el Francés Morelos y los maristas. La Facultad de Medicina, aún ubicada en la Antigua Plaza de Santo Domingo. Pocos años después, abrirá sus nuevas instalaciones la Universidad Autónoma de México, en el sur de la Ciudad, consolidando su autonomía y la unificación en un sólo espacio para todas sus facultades. Maestros, que hoy, son pilares de la medicina mexicana, de la criminología, que forman parte de una generación privilegiada de universitarios.

Se termina la carrera de medicina, ¿ahora que? Después de prestar su Servicio Social en Apan, también en Hidalgo, la meta, es viajar a Europa, continuar aprendiendo y especializarse y la rama elegida: La Oftalmología.

Es un México ya más establecido, con orden, un México en muchos sentidos ingenuo, en el que ir a estudiar a Europa no es fácil. Se dejan atrás muchas cosas, pero se piensa en todo lo que el futuro puede regalar.

A su regreso, el Doctor Jorge Berganza de la Torre, abre su consulta en Tulancingo. Las posibilidades son muchas, México, Puebla, Guadalajara, pero la decisión es Tulancingo. Transcurren los años, y la profecía que un día le hiciera su suegro, el Doctor Alfonso Linares Urrutia, “Si usted es bueno, lo vendrán a buscar”, se cumple.

El consultorio de la calle de Primero de Mayo, se llena. Enfrente, hileras de coches, las placas de Puebla, de Veracruz, del DF., de todas partes. Y el número de teléfono, primero el 200, todavía operado manualmente por señoritas telefonistas que contestan “Central”, siempre está ocupado. Lo seguirá estando cuando cambia al 31200. Informa la secretaria, “Las citas se dan para dentro de dos meses, todo está lleno.” “Le suplicamos sea puntual y llegue con diez minutos de anticipación, el Doctor no le recibirá si llega después de la hora”

Pero siempre, entre los coches lujosos y los personajes, la gente pobre, la gente humilde, sigue ocupando un lugar igual, sin discriminación por llegar a pie. Su forma de pagar por una consulta, casi siempre es diferente, un pollo, un guajolote, unos dulces, pan, un licor de Acaxochitlán. Y es gente que sabe demostrar cariño y gratitud sinceros, niños que escriben una carta con el corazón, dirigida a quien les hizo ver por primera vez.

Y la voz de mi padre, diciendo: “Yo lo opero, si vuelve a ver me paga y si no, no me debe nada” “Si no tiene, no se preocupe, yo lo atiendo” Y sus manos, que se mueven lentamente en la sala de operaciones, que trabajan con minuciosidad y sus ojos, apoyados en un microscopio. ¡La cirugía ocular es tan fina, tan precisa! Y la satisfacción enorme de lograr que alguien vea, o vuelva a ver, y la honestidad a toda prueba cuando tuvo que decir “Lo siento, no puedo hacer nada por Usted.” Nunca el engaño ni las falsas esperanzas, que la mayoría de la veces se dan sólo con fines de lucro.

Los de los coches lujosos se enojaron una y mil veces cuando por llegar “Cinco minutos tarde” no eran recibidos, pero mi padre siempre contestaba “ No puedo faltarle el respeto a ningún paciente haciéndolo esperar” y entraban con preferencia los de a pie, que eran puntuales.

La honestidad que dirigió su vida profesional, aunada a los conocimientos, la dedicación, el esfuerzo por actualizarse, por asistir a Congresos donde siempre se aprendía más, las lecturas y el estudio de cada caso, muchas veces en las horas de la madrugada, rindieron más frutos.

Cuando, ya estudiando en México, me preguntaban mi nombre, o de dónde era, invariablemente surgía el ¿Qué eres del doctor Berganza de Tulancingo? ¿Como hablar del profundo orgullo que sentía al contestar “es mi papá”? Porque yo sabía, que él era reconocido por sus méritos, por sus valores. Y el Berganza, sólo es mérito de un hombre: Jorge Adalberto, el doctor Berganza de la Torre.

Después, la política. A finales de 1975, se pusieron en contacto con él, los dirigentes priístas del Estado. ¡Lo querían como Presidente Municipal de Tulancingo!

Pero él, siempre tan ajeno y muchas veces, tan en contra de las prácticas y los enredos de la política, mostraba su renuencia. Yo creo, que lo pensó y lo meditó mucho. Al final, se decidió, su meta no sería enriquecerse o lograr privilegios, pensó que de alguna manera podría ayudar a su pueblo. Y a principios de 1976, protestó como Presidente Municipal de Tulancingo. Muchos actos, no me toca a mí juzgarlos, pero sí puedo afirmar que siempre fue honrado y actuó con la mejor intención.

Cuentas claras, con estados de cuenta en la entrada de la vieja Presidencia Municipal, hoy desaparecida. Ingresos municipales crecientes durante los tres años de su periodo. Nunca sus amigos o conocidos por encima de cualquier persona, y surgió ante el disgusto de muchos en Tulancingo, el tío abuelo del “Torito” Si alguien manejaba con alcohol, debía pagarlo con horas de detención. Alguien que fue un amigo muy querido, le pidió que lo dejaran cumplir la cuota en abonos, ya que no quería perder su trabajo.

Televisa lo entrevistó, Televisa cubrió sus Informes. La portada de una revista de circulación nacional, CONTENIDO, mostró la foto de mi padre, con el cintillo “INCREIBLE, UN PRESIDENTE MUNICIPAL HONESTO”.

Y soportó los ataques y el “ser un mal ejemplo” como lo denominaban muchos políticos de entonces.

Nunca más quiso participar en política, pero demostró que se podía hacer algo por el pueblo, por lo menos, no robarle.

Y hoy, su mente está llena de recuerdos, de todos los que han desfilado por su consultorio: desde artistas, políticos y empresarios famosos en la historia de México, hasta los más humildes, como el niño de la Carta que le agradece haberlo hecho ver y que aún conserva.

Siguió y ha seguido con su vida profesional, luchando todos los días contra el enemigo implacable que es el tiempo. Se mueve como siempre, con seguridad y comodidad en ese pequeño mundo, en el que se encierra cada día más: Su consultorio. En el que convive con el pasado y los fantasmas.

 Me encantan sus palabras y me llena de satisfacción cuando dice “Me siento bien, me gusta saber que puedo salir a la calle sin que nadie me llame ladrón”

Mi padre nunca robó nada, sobre todo, nunca robó con mentiras, o con falsas esperanzas o con mala preparación, los sueños de quienes confiaron en él y pusieron en sus manos, una de las cosas más valiosas que tenemos: la vista.

Me siento profundamente orgullosa de ser su hija y me siento profundamente agradecida con el Gobierno del Estado de Hidalgo, que reconoció su labor, al entregarle la Medalla Pedro María Anaya 2009.


Jorge Isunsa; Julieta, Begoña, Itziar y Jorge Berganza Linares; Julieta Linares de Berganza y Dr. Jorge Berganza de laTorre


 

Miguel Ángel Osorio Chong, atestiguó convenio de colaboración de los Senadores hidalguenses y el Congreso Local,  así como la presentación del libro Historia del Poder Legislativo;  entregó la medalla Pedro Ma. Anaya al Dr. Jorge Berganza de la Torre
He procurado no hacerle mal a nadie, y hacerle el bien a todos: Dr. Jorge Berganza

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